domingo, 7 de diciembre de 2014

ENEATIPO 6

El miedo y la desconfianza. El miedo a tomar decisiones equivocadas limita la vida del E6, necesita una figura de confianza que le marque el camino, sin embargo esto no anula su suspicacia, teme ser manipulado y que se aprovechen de él, una constante puesta en tela de juicio acompañará cualquier tipo de relación, sólo en casos de una total convicción se entregará totalmente, lo cual se puede acabar convirtiendo en algún tipo de fanatismo.
La proyección como mecanismo de defensa: proyecta en los demás sus miedos internos, la falta de confianza en sí mismo y el sentimiento de culpabilidad,esto le conduce a una situación de alerta permanente, una sensación de estar siempre bajo amenaza.
Tendencia a la racionalización e intelectualización con el fin de evitar emociones e instintos. El control racional de las situaciones le proporciona un falsa sensación de seguridad que no hace más que esconder sus miedos bajo una fina capa de pensamientos, que muchas veces tratan simplemente de distraer y no prestar atención a la parte emocional de un problema. Se puede refugiar en actividades que pueda controlar racionalmente como saber fechas, planificar actividades, resolver sudokus o apalabrados....
Estabilidad laboral:en el trabajo el E6 busca la seguridad en una figura de autoridad eficaz, que le proporcione reglas estables de cumplimiento y pautas de reconocimiento con las que pueda encontrar su sitio fijo, puesto que teme a los cambios, que ve como amenazas. Debido a ello, si encuentra su tranquilidad, puede convertirse en un empleado leal y fiel de por vida.
LA PASIÓN MIEDO En tiempos remotos el ser humano debía estar centrado en su supervivencia, en tener suficiente comida y en mantenerse a salvo de los peligros, que dependían en gran medida de los caprichos de la madre naturaleza. Hoy en día, ya no es este el punto central de nuestra atención, sin embargo eso no ha hecho que disminuya el miedo en nosotros, ahora en vez de preocuparnos por obtener el sustento nos preocupamos por no destruirnos a nosotros mismos. Este relativo bienestar en los últimos tiempos viene explicado por un aumento en la tecnología y el conocimiento científico, que ha ido invadiendo el terreno a la autoridad religiosa, como forma de entender la realidad. La iglesia y también Dios poco a poco han ido perdiendo su lugar como comprensión de la vida y esto ha dado lugar a apartar a un lado la importancia del alma humana. La industrialización nos ha llevado a ser solamente una mota en las masas, y la vida moderna, con toda su sofisticación y comodidades, nos ha ido despojando de un sentido de profundidad y significado. Por ello, el “miedo”, la pasión del punto Seis, en lugar de estar erradicado, simplemente ha cambiado su aspecto. El miedo es hoy uno de los pilares de la vida moderna, desde el momento en que nos identificamos con nuestra estructura de personalidad, vivimos con miedo. Tenemos miedo a diferentes cosas, desde el eneagrama vemos que cada eneatipo tiene un miedo básico a algo diferente, sin embargo cuando simplemente tenemos miedo de todos y de todo en algún grado, o si tenemos miedo sin identificar el objeto que lo produce, simplemente como un impulso de nuestra psique, entonces es muy probable que seamos un tipo Seis. En referencia a los subtipos instintivos, aunque el miedo esté más relacionado con el instinto de supervivencia, vemos que la relación con el instinto social hace que prevalezca un sentimiento de que necesitemos formar parte de un grupo para sobrevivir, o en el caso del instinto sexual que para asegurarnos nuestra supervivencia deba ser a través de las relaciones íntimas. Sin embargo, independientemente de cual sea el subtipo dominante, la estructura de personalidad del Seis siempre está relacionada con el miedo. Convencido de que el mundo es inseguro y peligroso, y el entorno un lugar hostil, y que los otros están impulsados solamente por el egoísmo, les posiciona en una perspectiva de cinismo según la cual la bondad no sólo es algo inalcanzable sino que simplemente no existe. No sólo dudando de la cara positiva de las personas sino más aún de la intención de los impulsos instintivos, de sus motivaciones, lo que produce una actitud temerosa hacia la realidad interna, experimentándola como desconfiable y engañosa, un temor básico a los impulsos que surgen espontáneamente de nuestro interior. Es esta convicción de desconfianza hacia uno mismo, hacia los demás y hacia el mundo en general la que conlleva un permanente estado de miedo o ansiedad. Inevitablemente, todos nosotros, en el punto en que nos identificamos con nuestra personalidad, compartimos este cinismo del punto Seis y su resultante pasión, el miedo. .  

LA VIRTUD CORAJE Cuando buscamos seguridad para luchar con este miedo, la buscamos en fuera de nosotros, en algo o alguien que nos la proporcione, esto resuelve pocas veces el problema y si lo hace es sólo de manera temporal, pues es una situación de dependencia, en la que está implícito el miedo a la pérdida, lo que nos conduce a un círculo vicioso, cuando buscamos fuera de nosotros la seguridad, nuestra búsqueda se hace infinita. Esto sucede por la manera en que funcionamos psicológicamente, con una reserva de ansiedad acumulada durante nuestra vida y no gestionada, es imposible sentirse seguros sin ponerse a trabajar sobre ello directamente. Si lo que conforma nuestra estructura de personalidad es la inseguridad, la única solución es trabajar esta estructura abriéndose al miedo contenido en ella. Más que buscar seguridad, entonces, se trata de explorar nuestra falta de seguridad. Entender que esta inseguridad es más bien algo neurótico más que algo realista, y que el remedio reside en nosotros mismos, que la seguridad la encontraremos en nuestro interior y que lo que interfiere en nuestra capacidad de conseguirlo es el estado de ansiedad. Nuestra ansiedad, normalmente desproporcionada en relación a la situación real, inhibe e incluso paraliza la posibilidad de vivir plenamente, tenemos miedo de las cosas externas, pero cuando exploramos esto detenidamente la mayoría de veces el miedo es hacia nosotros mismo, hacia nuestro deseos, hacia nuestros impulsos, a qué pasaría si actuásemos espontáneamente, incluso tenemos miedo de provocar ansiedad en el otro y esto incrementa la nuestra. Lo más difícil para una persona es abrirse y observar la realidad interior, universalmente coraje es, en su connotación más profunda, el coraje de mirarse a uno mismo, pensamos que coraje es ausencia de miedo, pero el verdadero coraje no es eso sino más bien la valentía de ver qué el lo que se necesita para enfrentarse a cada pensamiento que nos produce miedo, para ello debemos empezar por enfrentarnos a nuestros propios juicios acerca de lo que encontremos, a las creencias establecidas en nuestro pasado que dan cuerpo a ese miedo. A descubrir que pensamos que los demás son mucho más amenazantes y malévolos de lo lo son en realidad, y que por eso muchos de nosotros vivimos el miedo basándonos en esta creencia. Cuando exploramos esto encontramos que se trata de una proyección de nuestra propia agresividad y hostilidad desplazada, sobre todo en los casos en que tratamos de ser buenas personas y mostrarnos a nosotros mismos con una vida íntegra, poniendo en los demás nuestros propios impulsos, de los que pretendemos renegar. Reconociendo estos impulsos agresivos nos encontramos paradójicamente en dos cambios perceptivos, el primero en nuestra forma de experimentar el mundo que nos rodea, que es mucho más benevolente y amoroso de lo que nos parece, y el segundo en la forma en que nos experimentamos a nosotros mismos y nuestra naturaleza. Nuestra proyección crea una especie de cortina que oscurece lo que percibimos, tanto alrededor nuestro como en nuestro interior, bloqueando la luminosidad que está presente y es fundamental en la naturaleza de todo lo que existe. Cuando valientemente penetramos en nuestra experiencia interior, incluida nuestra propia presencia, encontramos que nuestra naturaleza es algo indestructible, y nuestra ansiedad desaparece, cuando tenemos el coraje de relajarnos y dejar de estar alerta nos abandonamos al verdadero soporte amoroso de la realidad.







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